El trabajo de traducir e interpretar una obra literaria requiere siempre una especial atención y un conocimiento absoluto, no sólo de la lengua propia y de la original de la obra, sino también de los referentes sociales y culturales de la misma. Cuando, además, ese trabajo se realiza en literatura destinada a niños y jóvenes, la responsabilidad del traductor es aún mayor, ya que puede ocurrir que este exigente público tenga su primer contacto con dicha cultura a través de las páginas de un libro traducido.
Según datos del Ministerio de Cultura, en 2010 se publicaron 12.622 volúmenes de literatura infantil y juvenil, de los que un 43% estaban traducidos de otras lenguas (con predominio del inglés con un 41,9%). Es decir, se trata del tipo de literatura con mayor número de títulos traducidos, por lo que, pese a que pueda parecer los contrario, traducir para niños y jóvenes suele requerir habilidades especiales.
Tal y como se afirma en el libro Traducir para niños, de Rüta Oittinen, una de las claves principales es que el traductor intente sacar su yo infantil interior para comprender mejor la situación en la que se encuentra el futuro pequeño lector. Será esta la mejor forma para entender que, dentro del mundo que todos los niños se crean cuando leen un libro, caben multitud de interpretaciones y todas serán igual de válidas, por lo que la traducción debe ser completamente precisa.
Otra cuestión que se debe tener en cuenta, según apuntan diversos autores estudiosos del tema, es hasta qué punto deben mantenerse los términos originales en la literatura infantil. En general, se apuesta por el hecho de mantener determinadas palabras en su lengua vernácula. Por ejemplo, la terminología culinaria de muchos cuentos infantiles, porque puede ayudar a ampliar la visión cultural que el niño vaya adquiriendo del país desconocido en el que se desarrolle el libro. Sin embargo, también se debe equilibrar la cuestión para no abusar de los extranjerismos.
Así, abrir la puerta de la literatura foránea a los más pequeños ayudándoles a vencer la barrera del idioma es, sin lugar a dudas, un reto para cualquier traductor. Pero, según afirma Ana Mª Navarrete en un artículo sobre traducción para niños del Servicio de Orientación de Lectura, supone "desvelar para ellos la magia de la literatura, es ayudarles a constatar quizás por primera vez, que la palabra es capaz de traspasar las fronteras de la realidad".
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