En muchas ocasiones los traductores profesionales tienen que hacer frente a trabajos de temáticas en las que no son expertos –por ejemplo, una traducción científica, una traducción literaria de temática especializada, etc.-. En estos casos, lo más recomendable suele ser siempre acudir a verdaderos profesionales de la materia o, si fuera posible, incluso al propio autor del texto que se tenga que traducir.
Las nuevas tecnologías facilitan notablemente esta labor, ya que con un simple correo electrónico puede establecerse un primer contacto que, no obstante, es siempre determinante. Por ello, conviene cuidar especialmente las formas, el tono y las palabras que se emplean con el fin de poder mantener una relación laboral fluida que podría alargarse en el tiempo.
Suele ser recomendable seguir algunas premisas como, por ejemplo:
- Comenzar el correo presentándose de forma breve y concisa pero lo suficientemente explicativa para que el receptor sepa exactamente quién se dirige a él y la razón concreta del contacto.
- Dirigirse siempre de forma educada y escribiendo con una absoluta corrección -sin cometer faltas de ortografía, con las estructuras sintácticas y gramaticales correctas, en caja baja, etc.-
- Ser consciente de que se está pidiendo ayuda, por lo que el tono debe ser respetuoso y servicial, sin ningún tipo de exigencia ni orden porque la persona que lo reciba no está en la obligación ni de responder ni de, mucho menos, prestarse a colaborar.
- Conviene explicar por qué ha sido él o ella la persona elegida –aludir a su trabajo, a la forma en la que se conoció su labor y, sobre todo, indicar las razones que llevan a pensar que su ayuda será especialmente valiosa-.
- Por último, y agradeciendo de antemano la atención que se preste –tanto si finalmente hay respuesta como si no-, se pueden exponer las dudas y las peticiones para las que se desea recibir consejo.