Un traductor es una persona cuya labor es traducir textos de un idioma a otro, siempre de manera escrita y nunca oral, ya que en ese caso sería un intérprete. Al contrario que en la interpretación, la traducción no es inmediata. El traductor generalmente realiza su actividad cuando le entregan el contenido original en su totalidad, con lo cual tiene tiempo para revisarlo todo y corregir posibles errores, además de poder comunicarse con el autor del texto para consultar las dudas que le puedan surgir. El traductor puede documentarse durante todo el proceso de traducción para conseguir así que el trabajo sea más preciso.
Para ser traductor oficialmente hay que seguir una serie de pasos y aprobar una serie de exámenes, no vale con saber el idioma y ya está, aunque esta opción sí vale para empresas privadas que necesiten este tipo de servicios o también para particulares. Si el traductor va a desempeñar su trabajo en algún organismo oficial, deberá obtener el título correspondiente examinándose ante un Jurado que dirá si tiene o no las cualidades para desempeñar este puesto. Es, más o menos, como unas oposiciones.
Un traductor es muy difícil que pueda ser intérprete y viceversa. Para desempeñar ambos trabajos se requieren unas características específicas más allá de conocer los idiomas de origen y destino. Así, mientras el intérprete tiene que tener la agilidad mental de hablar y escuchar al mismo tiempo para poder traducirlo (o mirar los gestos en el caso de intérpretes de sordomudos), el traductor únicamente necesita un buen procesador de textos, con lo cual si no tiene la agilidad mental necesaria no podría ser intérprete. Es más fácil dar el salto de intérprete a traductor que al revés. Hoy en día hay muchas escuelas de formación en donde podrás formarte como traductor.